martes, 9 de septiembre de 2008

Madres y padres sin cadenas

Queremos la igualdad y creemos firmemente en ella. Ya que socialmente se ha interiorizado que este valor debe regir las políticas públicas, ¿por qué los permisos para las madres son de 16 semanas y la otra parte sólo tiene 13 días? ¿Para lograr la igualdad debe restarle tiempo a la madre de las 10 semanas que sí son transferibles? El Estado puede y debe aplicar justicia en los permisos de nacimiento y adopción para que sean iguales, obligatorios (y blindar así un derecho que muchos hombres no disfrutan) e intransferibles. Y no es una cuestión de presupuesto, que sí se destina a otras políticas menos beneficiosas, sino de voluntad política.


Fundamentalmente desde los años 70, ha sido una reivindicación feminista la introducción de los problemas privados en la agenda política (terrorismo machista, corresponsabilidad, crianza, etc.). De ahí la famosa consigna de “lo personal es político”.


El Estado debe intervenir para garantizar que se cumplan los derechos y deberes que nos convierten en ciudadanía. En este sentido, la maternidad/paternidad deben entenderse en su doble vertiente, la del derecho y el deber de ejercerlas. Del mismo modo que no podemos considerar intervencionismo que un maltratador sea obligado a abandonar su casa, no podemos negarnos a que las leyes regulen cualquier realidad, sin olvidar la función pedagógica que sus textos puedan tener.


La maternidad y la paternidad no sólo condicionan el ritmo de vida de cada persona. La tasa de natalidad condiciona el producto interior bruto de cada país, la cotización fiscal, el capital humano para desarrollar una sociedad y el estado de bienestar. Vemos, entonces, que en ningún caso es una problemática exclusiva del espacio doméstico. La forma en que entendemos las unidades convivenciales ha cambiado. Puede haber mujeres que decidan, libremente, no tener descendencia. Habrá familias sin lazos de sangre, compuesta de amistades duraderas, parejas pasajeras, dos madres, dos padres, personas mayores cuidadas por la prole, etc. Por eso, si la ley recoge las normas consensuadas socialmente, es hora de que responda a una nueva realidad.


Las mujeres se han incorporado mayoritariamente al mercado de trabajo, al espacio público. Sin embargo, los hombres no se han incorporado al privado. Esto no es diferente en las personas jóvenes, ya que las estadísticas demuestran que nosotras las chicas dedicamos el doble de tiempo a tareas del hogar. Y seguimos jugando a “cómo ser mamás” (en algunos casos, el propio juguete es llamado así, siendo absolutamente irresponsable con la igualdad de oportunidades). Nuestra sociedad está construida en base a unos patrones que perjudican, principalmente, a las mujeres, pero que tampoco son justos con los hombres. El reparto de roles asignados en función del sexo limita la libertad individual. Existe un castigo social por salirse de “las reglas del juego”. Así, del mismo modo que una mujer que decide no tener descendencia o no hacer de ello su prioridad pierde su posibilidad de ser respetada como “madre”, un hombre que reivindica pasar más tiempo con su prole puede ser considerado poco ambicioso en el mundo del trabajo.


En un primer momento pudo parecer que la maternidad constituía uno de los pocos espacios donde la mujer podía ejercer “el poder”. De hecho, es indudable el mérito que han tenido tantas y tantas mujeres al hacerse cargo de todas las tareas relativas al cuidado de menores. Es cierto que han ejercido de psicólogas, de profesoras, de enfermeras, de economistas, etc. Sin embargo, esto se queda en el llamado “currículo oculto” y rara vez les ayuda a ser reconocidas en otras esferas. La natalidad es uno de los pilares de cualquier sociedad y a la vez el trabajo más invisibilizado. Por eso, aunque a largo plazo y estratégicamente trabajemos por el reconocimiento de estos méritos, a corto plazo debemos paliar todas las taras que supone para la mujer la crianza en solitario.
Ampliar los permisos de nacimiento y adopción para que sean iguales en las dos partes no supone un coste que el gobierno no pueda asumir.


Queremos que la crianza no se entienda como algo exclusivo de la madre biológica. Pedimos la corresponsabilidad de la otra parte. Por varios motivos:


- Por las mujeres, por su salud y posibilidades laborales. Diferentes estadísticas apuntan a que más del 50% de personas cuidadoras (incluyendo en el cuidado hijas/os menores) padecen algún tipo de trastorno en su salud mental. Además la previsión de que una mujer se ausente más por causas laborales, es criterio de exclusión en procesos de selección laboral.

- Por el/la otro/a progenitor/a. Creemos que el cuidado de otro ser humano es un valor positivo siempre y cuando no pase de responsabilidad a carga. Muchos hombres se están perdiendo la posibilidad de dedicarle tiempo a su descendencia, con el límite que ello supone también para su desarrollo emotivo.

- Por la/el recién nacida/o. Queremos romper con los roles tradicionales de madres/padres. Para un crecimiento saludable la/el bebé necesita apoyo a sus necesidades cotidianas además de cariño. Esto se puede llevar a cabo desde diferentes modelos de familias, pero el caso es que la ley no prive al/la menor de recibir lo que le corresponde.

- Por la sociedad. Porque la sociedad se está perdiendo gran parte del capital humano que necesita para ser productiva, sin hablar de todas las cotizaciones a la Seguridad Social que las mujeres dejan de realizar cuando se retiran del mercado laboral. Además de estar por debajo del gasto social europeo, estamos muy lejos de los permisos que otorgan otros países (véase el modelos sueco o islandés).

- Por justicia e igualdad. Porque mientras se siga limitando a las personas por su sexo con roles predeterminados no podremos hablar de libertad.


Por Mayka Cuadrado Zurinaga, [artículo publicado originalmente en SinGENEROdeDUDAS]

La PPIINA opina: Noruega NO es el ejemplo

Muchas gracias a RESPONSABLES por publicar este reportaje sobre nuestra lucha por la igualdad total entre permisos. La entrevista recoge declaraciones de nuestros compañeros de las asociaciones de hombres por la igualdad, miembros de la PPIINA, muchos datos y argumentos, todo en forma pedagógica. Aconsejamos su lectura y agradecemos a Silvia Loro y demás personas de RESPONSABLES su contribución por permisos iguales e intransferibles en caso de nacimiento y adopción. Sin embargo, compañer@s, hay un epígrafe que nos sugiere una aclaración: Noruega NO es el ejemplo. Ni mucho menos! ¿Por qué? Veamos:

- En Noruega, los padres tienen solamente seis semanas propias e intransferibles de permiso pagado al 100% del salario. Las madres: nueve semanas en las mismas condiciones. Además, entre los dos progenitores tienen otras 39 semanas a compartir, estas ya pagadas al 80% del salario (que pueden convertirse, a opción de ls interesads, en 29 semanas pagadas al 100%).

- En Noruega tienen buenas estadísticas sobre el uso de los permisos por hombres y mujeres (en eso, al igual que los demás países nórdicos, sí son un ejemplo). Según estas estadísticas oficiales, en 2005 un 89% de los hombres y prácticamente un 100% de las mujeres se tomaron algo de permiso. Además, la duración media fue muy diferente: 25 días en el caso de los hombres y 108 días en el caso de las mujeres. En resumen, utilizando el indicador sintético que existe en los países nórdicos (y que la PPIINA ha solicitado repetidamente a las autoridades españolas), los padres se tomaron, en 2005, el 9,3% del total de horas de permisos disfrutados ese año, y las mujeres el 92,7% restante. Un gran desequilibrio, ¿no creéis?

Y es que la evidencia empírica internacional demuestra, sistemáticamente, que los hombres solamente se toman los permisos cuando son, además de pagados, totalmente intransferibles (o sea, que si no los usan los pierden). Cuando existe la posibilidad de transferírselos a las madres, lo hacen mayoritariamente. Islandia, Suecia, Finlandia, Noruega, y otros países con permisos conjuntos o transferibles, se están planteando la individualización total, porque en todos ellos han observado el mismo comportamiento. Los padres se sienten presionados por las empresas, las madres se sienten presionados por los padres, por la sociedad, por tantas cosas… y al final, lo que originalmente podría ser un derecho de elegir de la pareja se convierte en una imposibilidad de elegir de las personas, y especialmente de las mujeres.

Por eso, Noruega no es el ejemplo. El país que más lejos ha llegado en la igualdad ha sido Islandia, donde hay tres meses intransferibles para el padre, otros 3 para la madre y otros 3 a compartir o transferibles (que también, en la práctica, se los toma la madre mayoritariamente). Los países nórdicos cometieron el error de poner una gran parte de sus permisos parentales transferible, y ahora están intentando remediarlo; sindicatos, asociaciones feministas y grupos de hombres por la igualdad así lo reclaman. En España aún podemos hacerlo bien desde el principio. Aprendamos de sus aciertos y de sus errores para avanzar hacia la igualdad efectiva.

Los permisos deben ser IGUALES e INTRANSFERIBLES!

Querida y aplazada co-responsabilidad

Ampliar la cobertura de derechos, en principio, es algo positivo, ahora bien, en un sistema basado en la división sexual del trabajo y por lo tanto en la desigualdad de género es importante tener en cuenta el punto de partida sobre el que se realiza la ampliación jurídica y en qué medida la misma nos acerca a la igualdad o nos aleja de ella. Las propuestas y debate sobre la situación y reparto de los permisos por nacimiento y adopción es un buen ejemplo de esto.

En España, las mujeres tienen 16 semanas de permiso de maternidad remunerado al 100% de su salario, de éstas, 6 son obligatorias y de uso exclusivo para ellas, y las 10 restantes pueden ser cedidas, total o parcialmente, a su pareja; los hombres tienen 13 días de permiso de paternidad, remunerado en igual cuantía y de uso exclusivo, aunque no obligatorio. Si bien la Ley de Igualdad, con el establecimiento del permiso de paternidad intransferible, ha supuesto un avance significativo, la situación resulta incompleta e insostenible desde la perspectiva de avance hacia la igualdad efectiva.

A pesar de la tan aclamada igualdad ante la ley, tenemos aquí un caso claro de trato desigual: los hombres no tienen los mismos derechos para atender sus responsabilidades de cuidado. Por otro lado, es difícil negar lo evidente; la brecha existente incide de manera negativa sobre las condiciones en las que participan las mujeres en el mercado laboral, afectadas en mayor medida por el desempleo, la temporalidad, el tiempo parcial y la desigualdad salarial. Por otra parte, las mayores ausencias del mercado de trabajo que provoca la maternidad y la falta de recursos públicos suficientes para la educación y atención infantil penalizan aún más la situación de las madres, abocadas a satisfacer por sí mismas las necesidades de conciliar sus responsabilidades de cuidado familiar con sus expectativas profesionales.

Aumenta la percepción de que todo se mueve para volver al mismo punto inicial: la división sexual del trabajo. La falta de previsión del impacto de género de las medidas políticas que se estan proponiendo en esta materia, contribuye a esta sensación y convierte en papel mojado el reto de la co-responsabilidad. Por una parte decimos que los hombres no asumen su co-responsabilidad como cuidadores y sabemos que salvo su mini-parte exclusiva del permiso de paternidad no utilizan prácticamente nada más de la parte del permiso de maternidad transferible; sin embargo pasamos por alto la falta de co-responsabilidad de quienes tienen la capacidad de hacer las reformas legislativas necesarias y también de quienes diseñan las políticas públicas

¿Qué madre no querría que su pareja —en caso de tenerla— goce de los mismos derechos que ella para compartir activamente el cuidado y atención del hijo/a? La necesidad de recuperación biológica del parto —cometido de las 6 semanas obligatorias del permiso de maternidad— no es ningún argumento en contra del reconocimiento del permiso en las mismas condiciones para todas las personas. Si la madre biológica ha de recuperarse, ¿no cabe esperar que el otro progenitor o progenitora se dedique a la atención y cuidado del bebé y de la madre?

Todo indica que existe una amplia mayoría social que está de acuerdo con el objetivo de igualdad en los permisos por nacimiento y adopción. Sin embargo, se resiste la articulación de medidas para hacerlo real. Hay quien parece no atreverse a imaginar otro modelo de sociedad y sus propuestas se quedan en el corto alcance de 4 semanas como objetivo máximo para la duración del permiso de paternidad, sin darse cuenta que esán trasladando un mensaje muy directo que contrarresta cualquier intento serio de avanzar hacia la igualdad efectiva. También hay quien parece tener un interés más dirigido a asentar la división tradicional de roles de género como contrato social vigente cuando proponen la ampliación del permiso de maternidad a 24 semanas, lo que incrementará la brecha de desigualdad ya existente, con crecientes salidas de las mujeres del mercado laboral y la vuelta de muchas de ellas casi en exclusividad al entorno doméstico-familiar.

Hay incluso quien pretende que demos por buena la hipocresía social y política que existe en este tema: se arguye que el gasto de una ampliación del permiso de maternidad es algo asumible para el presupuesto público; y al mismo tiempo que no lo es el que supondría la ampliación del permiso de paternidad, al menos hasta igualar la parte intransferible del de maternidad.

El gasto económico que supondría fijar el objetivo de igualdad en los permisos por nacimiento y adopción es perfectamente viable y que de lo que se trata es de reasignar de manera eficiente los recursos según las prioridades políticas. Si en mayor medida las investigaciones y voces expertas conciden en que la Igualdad de Género aporta eficiencia al sistema, ¿por qué se resiste la ampliación del permiso de paternidad?.

Construir una sociedad igualitaria, requiere de un cambio profundo que sabemos que es viable, así que me pregunto ¿dónde están los compromisos efectivos con la igualdad de género?


Por Carmen Castro, [artículo publicado originalmente en LibrodeNotas, en SinGENEROdeDUDAS y en Rebelion ]

lunes, 8 de septiembre de 2008

¿Ampliar el permiso de maternidad? ¡No, gracias!

El alcalde de Madrid ha prometido aumentar el permiso de maternidad de sus funcionarias a 24 semanas y el de paternidad a 4 semanas. El PP ha presentado en el Congreso una proposición para aumentar el permiso de maternidad a 18 semanas y el de paternidad a 4 semanas. ¿Favorecen a las mujeres estas ampliaciones?.

Desde la PPIINA tenemos una postura muy clara al respecto y queremos compartirla con toda la ciudadanía: mientras los permisos de los padres no se hayan equiparado con los de las madres, los de maternidad no deben aumentar ni un minuto más.

¿Por qué esta postura tan radical? Porque creemos en la corresponsabilidad. La corresponsabilidad consiste en que hombres y mujeres se dediquen al cuidado en la misma medida. O sea, terminar con la división sexual del trabajo que tan malas consecuencias acarrea a las mujeres.

Mientras las mujeres sigan cargando con la mayor parte del cuidado, no podrá haber igualdad en el mercado de trabajo:

* Las mujeres pagan muy cara su dedicación al cuidado. Las prohibiciones del despido no tienen efecto en un mercado cada vez más des-regularizado donde solamente una minoría de mujeres tiene empleo fijo; y también a las fijas les despiden después del permiso. Entre las funcionarias, nos gustaría saber si los que proponen aumento de los permisos, como el Sr. Gallardón, piensan situar a tantas mujeres como hombres en puestos de responsabilidad.

* Todas las mujeres, y no solamente las madres, resultan perjudicadas por la desigualdad de los permisos: Los empresarios prefieren hombres para los empleos de calidad y las mujeres son víctimas de la precariedad. Es importantísimo que los empresarios tengan las mismas obligaciones con hombres y con mujeres.

* Los permisos de maternidad solamente son el comienzo. Sin igual dedicación de los hombres y sin servicios públicos adecuados, las mujeres se ven obligadas a ‘optar’ por retirarse del empleo temporalmente para cuidar. Estas ausencias ya no se recuperan y muchas mujeres terminan dependiendo económicamente de sus maridos y/o en la pobreza. En cambio, si hombres y mujeres comparten el cuidado desde el principio, y con ayuda de servicios de educación infantil, ambos progenitores pueden mantenerse en sus puestos de trabajo y disfrutar de sus hijos/as; así como de unas relaciones mutuas más libres.

El movimiento feminista siempre ha luchado porque las mujeres tengan independencia económica, sencillamente porque es una condición sine-qua-non para poder decidir sobre sus propias vidas. Las mujeres dependientes se ven obligadas a aceptar el trato que sus maridos decidan (maltrato o buentrato). Y si, por cualquier razón, se quedan sin los ingresos del marido, se verán sin medio de vida.

El permiso de maternidad no es un descanso; es un periodo para cuidar al bebé. Las madres tienen derecho a disfrutarlo, pero también los hombres deben tener ese mismo derecho. Que los hombres se dediquen en la misma medida es fundamental para establecer la igualdad de roles en la pareja desde el primer momento de la llegada del bebé. Es importantísimo que los niños vean que los papás cuidan igual que las mamás.

Las mujeres dan a luz y tienen que recuperarse del parto, pero el hecho es que, entre unas cosas y otras, se dedican 16 semanas. Nada impide que los hombres se dediquen durante otras 16 semanas. El solo hecho de que desaparecieran del empleo durante el mismo tiempo ya sería importante, pero es que además, según demuestra la experiencia, la mayoría de los hombres cuidan a sus bebés durante los permisos. Una minoría no lo hace, pero eso no es ningún argumento para quitarle el derecho a los que lo utilizan debidamente.

Muchas otras reformas son necesarias para conseguir un modelo de sociedad en el que mujeres y hombres sean personas sustentadoras/cuidadoras en igualdad, pero otorgar a los hombres la igualdad de derechos para el cuidado es crucial. Mientras los permisos sigan siendo desiguales y/o conjuntos para madres y padres, mujeres y hombres continuarán siendo presionados por las empresas, por el entorno familiar y por el medio social para mantener la tradicional división de roles de género.

Por todas estas razones, y muchas más que os invitamos a discutir, en la PPIINA pensamos que la igualdad entre los permisos es prioritaria. Una vez alcanzada la igualdad, no tendríamos ningún inconveniente en que se aumentaran los permisos de ambos progenitores al alimón cuanto se estimase conveniente. Pero si aumentamos el de maternidad en la situación de desigualad en la que estamos, la igualdad será cada vez más inalcanzable.

Al igual que sucedió con el Plan Concilia, las medidas que se implanten en el Sector Público pueden ser la antesala de su extensión al sector privado. Y una vía por la que, bajo la apariencia de favorecer a las mujeres, se cuelen mecanismos para que éstas sigan ocupándose casi en solitario del cuidado. Por eso es muy importante discutir las implicaciones de cada paso que se da.

¡No permitamos que se den pasos que nos alejan del objetivo de la igualdad!


Por María Pazos, [artículo publicado originalmente aquí].